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domingo, 22 de marzo de 2015

Cuando el alma se tropieza

Es de día y todo está bien. El mundo sigue su curso, ¿no? Siempre hay un lugar al que ir, alguna tarea que olvidar o reemplazar por otra actividad menos productiva, menos necesaria y más importante, y mil distracciones espontáneas. Llenas tu horario, creyendo que así se completa también ese vacío incómodo y persistente. Comes, ríes, parloteas y gruñes. El azúcar se disuelve en el café porque aún es pronto para la amargura. Las páginas de un libro ansían un poco de luz, y lo rescatas de la celda que comparte con el maquillaje, los bolígrafos y esos objetos inútiles que eres incapaz de tirar a la basura. Tu mente es ahora fuerte para rechazar los pinchazos. Al fin y al cabo, el dolor no es tan importante.
No mires ahora por la ventana. La luz ya se difumina, el emperador Sol ya no es capaz de seguir sosteniendo tu alma. Se acerca la penumbra, lo sabes, y con ella los estertores. Y tu piel recuerda el tacto de unos labios allí donde no debieran estar.

4 comentarios:

  1. Nos llenamos los oídos de ruido para intentar evadirnos. Olvidamos que el sonido que queremos evitar a toda costa siempre es más fuerte.

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    1. Más fuerte, cierto, e ineludible. Gracias por leerme, siempre anima saber que alguien se ha paseado por tus letras.

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  2. Sí que anima, sí. Como encontrar letras por las que den ganas de pasearse.

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  3. No tengamos alma y así no tropezará.
    Eres escritora, puedes hacerlo.
    Me acabo de dar cuenta que toda escritura implica un alma. Dejaré de leer.

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