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sábado, 8 de agosto de 2015

Escondida

No sé si alcanzas a imaginar lo preciosa que era. Su mirada solía perderse en algún punto indefinido en el suelo, y cuando alzaba las pupilas para echarle un vistazo al mundo, cada átomo se detenía en un cero absoluto. El tiempo se congelaba durante un segundo infinito.
Me la imagino ahora, con la mirada gacha, apartándose ese mechón de cabello que se ha enamorado de la mitad de su rostro. Cuando estaba nerviosa lo colocaba detrás de la oreja, para volver a liberarlo minutos después. Solía llevar un colgante al cuello, pero hace tiempo que dejó de ponérselo. Aún así, sus dedos encuentran una reminiscencia de él sobre sus clavículas, y a veces lo buscan de nuevo, sin encontrarlo. Entonces frunce el ceño y deja caer la mano a un lado, exasperada.

Le colgaban mil sueños de las pestañas, y cuando pensaba en ellos soltaba un suspiro pesado, como si sus pulmones viviesen encerrados en una jaula muy estrecha. Compartían celda con un corazón un tanto maltrecho, sobre el que habían echado raíces unos árboles centenarios y alguna que otra decepción. 

¿Oíste su voz alguna vez? Ella opinaba que no era demasiado femenina, porque tenía una cadencia grave, como la miel espesa. Te hubiera encantado.

Me gustaría presentártela, pero ni yo misma estoy segura de conocerla. Vive en un rincón de mi caja torácica, y a veces creo que la atisbo bailando entre mis costillas. Casi se hace carne cuando escribo, y la oigo cantar camuflada por el repiqueteo del teclado. La próxima vez que la vea, lo prometo, le daré tu número.


2 comentarios:

  1. Increíblemente hermoso!!!
    dan ganas de quedarse aquí.

    Te envío mi abrazo.
    Dani..

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por leerme, es alentador recibir palabras de ánimo.
      ¡Un saludo!

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